En 1985, unas 2 mil ballenas belugas quedaron atrapadas en una vasta trampa de hielo en el Mar de Bering, cerca de la costa de Chukotka, Rusia. Grandes bloques de hielo rodeaban a los animales, dejando apenas una pequeña abertura para que pudieran respirar. A medida que el hielo se cerraba peligrosamente, la situación se volvía crítica. La única esperanza de las ballenas era la intervención humana.
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El rompehielos Moskva partió hacia el rescate. Este imponente navío, reforzado y diseñado para abrir paso entre los bloques de hielo, parecía ser la mejor opción para liberar a los mamíferos. Sin embargo, el fuerte ruido que emitía la nave asustaba a las ballenas, complicando el rescate. Entonces, la tripulación ideó un plan peculiar: utilizar música para atraerlas hacia la libertad.
Instalando altavoces en la cubierta, comenzaron a tocar diferentes piezas musicales, desde marchas populares hasta clásicos. Increíblemente, las belugas respondieron al sonido y comenzaron a seguirlo. La creatividad de la tripulación, unida al poder calmante de la música, fue fundamental para que la misión resultara exitosa.
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Tras semanas de arduo esfuerzo, todas las ballenas fueron finalmente liberadas. La operación, que costó a la Unión Soviética aproximadamente 55.000 dólares en esa época, fue calificada como un éxito rotundo. Este episodio demostró cómo soluciones ingeniosas, como el uso de la música, pueden ser decisivas para proteger especies en peligro en situaciones extremas.